Déjala a ella que
sea pájaro. Tú, ahora, preocúpate de no convertirte en su jaula, y sí en su
árbol: en el que encuentre cobijo cuando llegue una tormenta; desde el que pueda
contemplar el arcoíris, que nunca aparece sin la tempestad previa, en una
perspectiva que le hará sentirse alzada y elevada; y en el que ella interiorizará
un espacio, para crear su nido y templar sus huevos, que su subconsciente asociará
a ti. Sólo así la recuperarás, querido hijo.
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